Existen dos tipos de grasa abdominal, una subcutánea, que se encuentra justo por debajo de nuestra piel y que no es tan peligrosa, y otra visceral, mucho más peligrosa desde el punto de vista cardiovascular (se relaciona con eventos como el ictus o el infarto, además de con la mayor probabilidad de desarrollar diabetes, hipertensión o síndrome metabólico) que es la que existe dentro de nuestros órganos vitales, de nuestras vísceras. Esta grasa aumenta cuando nuestros órganos reciben más nutrientes de los que son capaces de utilizar ellos mismos (sobretodo azúcares o hidratos de carbono), así que para “quitárselos de encima” rápidamente los transforman en grasas (que ocupan menos) y los almacenan ellos mismos. Así aparecen los depósitos de grasa visceral. Esta grasa visceral hace que no todo el órgano sea funcional (parte de él es sólo un “armario” de grasa) y por tanto que no haga tan bien su trabajo. Además, ese estrés que sufre el órgano graso conlleva una inflamación constante, crónica, que provoca la liberación de sustancias nocivas a sangre, la retención de toxinas, etc.
Por estas razones, nos parece importante recordarte cómo podemos mantener a raya la grasa visceral a través de hábitos de vida saludables.
1º. Cuida tu alimentación. Suena muy obvio pero no siempre lo llevamos a cabo. Ya sabéis, 5 frutas y verduras al día, restricción de grasas saturadas y azúcares simples. Os podéis ayudar de la pirámide nutricional, que nos advierte qué alimentos son de consumo diario y cuáles semanal o mensual. En este punto también recordad que si tenéis una enfermedad crónica la alimentación recomendada puede variar. Ante todo, seguir los consejos de vuestro especialista
2º. Bebe mucha agua. Beber dos litros de agua al día nos ayuda a “lavar” nuestra sangre de las impurezas, y así a liberar más de las que tenemos acumuladas.
3º. Practica ejercicio moderado y frecuente. Ir el siete de enero al gimnasio y no volver no cuenta. Intenta incorporar en tus rutinas un ejercicio que te agrade y que sea acorde a tu nivel físico. Puede ser ir a bailar, caminar, nadar o pasear en bicicleta. Al menos intenta hacerlo dos veces a la semana y si puede ser por lo menos 30 minutos seguidos.
4º. Duerme. Durante el sueño tu cuerpo se repara. Hay estudios que relacionan la falta de sueño con el acúmulo de grasa visceral.
5º. Vigila el alcohol. El alcohol aporta calorías vacías. ¿Qué quiere decir eso? Le da trabajo a nuestros órganos pero no nutrientes. Mientras nuestro hígado metaboliza el alcohol va dejando de lado los hidratos de carbono… cuando llega el final de la jornada los ve pero ya es demasiado tarde para enviarlos fuera, así que los transforma en grasa y los almacena él.
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