Como sabréis, la presentación más habitual de los suplementos de colágeno es en polvo. ¿Por qué, os preguntaréis, la mayor parte de consumidores sigue tomándolo en este formato pese a que no es demasiado cómodo y presenta varias desventajas? La respuesta es sencilla: en primer lugar, existen todavía pocas alternativas eficaces y las que existen, como veremos más abajo, aún son poco conocidas; en segunda lugar, puede decirse que por una mezcla de dificultades técnicas y “pereza” de los fabricantes.
Me explicaré mejor. El colágeno es una proteína de origen vegetal presente en los tejidos conjuntivos de los mismos, situados habitualmente cerca de huesos y articulaciones. Por lo tanto, la materia prima de la que se fabrica el colágeno que consumimos no es otra que los propios huesos o las espinas, en el caso del colágeno marino, de bovinos, porcinos o peces. Dichos huesos o espinas se someten a varios procesos de hidrólisis. Vamos, que se hace una sopa de aquellas que hacían nuestras abuelas con carcasa de pollo y hueso de jamón pero a nivel industrial, y en lugar de perejil se le añaden determinadas sustancias ácidas o alcalinas, según el caso, para, una vez extraída la molécula de colágeno, romperla en cadenas de aminoácidos más pequeñitas. Este romper las moléculas como quien desmenuza la carta de un ex en un mal momento es muy importante: necesitamos que el colágeno, así hidrolizado, sea absorbido con facilidad por el intestino y, para que esto suceda, necesitamos que tenga el tamaño adecuado. Como resultado, después de un secado también industrial, obtenemos el ya conocido polvo de colágeno que, debidamente tratado, es soluble.
Por lo tanto, la presentación en polvo no es más que una consecuencia del proceso de fabricación del colágeno: a eso nos referíamos con lo de “una mezcla de cuestiones técnicas y de pereza de los fabricantes”: por una parte, se encuentran con que al final del proceso lo que obtienen es un polvo; por la otra, la posibilidad de hacerlo soluble es lo que determina la biodisponibilidad de ese colágeno “roto” o desmenuzado, por lo que las soluciones en cápsulas compactas no suelen ser eficaces y requieren tomar muchas al día, lo que las hace aún más engorrosas que la necesidad de disolver el colágeno.
Una vez explicada la importancia de una buena disolución (a mejor disolución más nos aprovechará el colágeno que tomemos), vayamos al grano: de todos los colágenos que hemos probado (casi todos y todos los más conocidos, y en cualquier caso centrándonos tan solo en productos de calidad contrastada), decidimos destacar a tres ganadores por encima de los demás fijándonos en cuál de ellos se disolvía mejor. Como honestidad obliga, debemos confesar que tenemos sobre todo dos ganadores -uno de ellos, además, de forma inesperada- y un tercer puesto algo menos lucido que se situaría entre los dos campeones de la disolución y el resto de colágenos que hemos probado, que tienden a formar grumos (los nostálgicos siempre podrán verlo con cariño, pero los polvos de cacao sabían mucho mejor) o a no disolverse del todo.
Sin más dilación, nuestros dos campeones son Colnatur, en la categoría de colágeno porcino, y el sorprendente CollagenSupra, en la categoría de colágeno marino. Además, y comportándose mejor que sus hermanos seguramente debido a la ausencia de principios activos de difícil disolución, encontramos a un viejo roquero: Epaplus arthicare Neutro 420 g.
¿En serio no existen formatos más cómodos que el colágeno en polvo?
Como apuntábamos más arriba, sí, existen, pero son menos conocidos. Algunos fabricantes como los laborarios Opko han dedicado tiempo y recursos a conseguir un formato fácilmente llevable y mucho más cómo de colágeno en viales que tienen además muy buen sabor y ofrecen dos versiones: Artilane colágeno classic 15 viales y Artilane colágeno forte 15 viales. Esta misma marca ha desarrollado también un formato bebible de gran tamaño, Artilane classic bebible, al igual que ha hecho la marca Epaplus en dos sabores distintos: Epaplus colágeno bebible sabor frambuesa y Epaplus colágeno bebible sabor limón. Estos formatos, aunque cada vez más apreciados, son todavía mucho menos populares que el formato en polvo, y son una de las pocas innovaciones reales que se han producido en el mundillo del colágeno, que ha menudo se ha dedicado a añadir principios activos al colágeno puro por razones espurias.
Mención aparte merece un producto como Biosil, al que podemos considerar un colágeno de segunda generación. De hecho, no es siquiera un colágeno: consigue que tu cuerpo vuelva a producir colágeno endógeno (es decir, el tuyo, ¡tu propio colágeno! Se acabó esto de tomar el colágeno de otros, por muy monos que nos parezcan los cerditos y los peces -a quien se lo parezcan). Si no lo hemos incluido en esta pequeña competición es porque está fuera de categoría: ni siquiera necesita disolverse para llegar a tus articulaciones, basta tomar una o dos cápsulas al día para que tus células vuelvan a producir su propio colágeno. Pero mejor dejemos las bondades de este producto para otro post, porque este ya se ha terminado.