Sentir de vez en cuando nervios o estrés forma parte de la vida. Seguramente tendrás una larga lista de cosas que te intranquilizan en tu día a día: hijos, trabajo, salud, esa avería del coche, cómo llegar a fin de mes, etc. Todos sentimos cierto temor ante situaciones difíciles, a veces incluso antes de que sucedan. Preocuparse es algo natural que nos ayuda a anticiparnos a las contrariedades, enfrentarnos a ellas y resolverlas cuando es posible.
El peligro viene cuando la tensión es excesiva, tanto por su intensidad como por su duración, ya que puede derivar en trastornos de ansiedad. Estos pueden llegar a interferir en el normal desarrollo de tu vida. En los casos más severos ocasionan incluso un temor o pánico permanente. Se calcula que afectan a más de 260 millones de personas en el mundo. La probabilidad de padecerlos se duplica si eres mujer.
Dada a gravedad y la frecuencia con que se dan los problemas de ansiedad en la población, he decidido dedicar este espacio a hablarte sobre esta patología. Espero con ello ayudarte a identificarla si sospechas que la padeces. Cuanto antes se detecte antes se podrá comenzar con su tratamiento, evitando así males mayores.
Diferencia entre miedo, ansiedad y estrés.
Coloquialmente se suelen usar indistintamente expresiones como “hablar en público me da miedo”, o “hablar en público me estresa” o bien “hablar en público me produce ansiedad”. El mal uso de estos conceptos hace que se confundan. Sin embargo, son estados emocionales distintos, como veremos a continuación.
El Miedo
Es una respuesta emocional y fisiológica ante la presencia de una amenaza externa evidente que hace peligrar nuestra vida o nuestra integridad física.
Cuando estamos ante una situación peligrosa, por ejemplo ante un ladrón que ha irrumpido en nuestra casa, lo natural es sentir miedo. Nuestro organismo nos prepara para una respuesta de huida o ataque. El corazón se acelera para bombear más sangre a nuestros músculos y cerebro. La respiración se vuelve más agitada para que el oxígeno llegue a todas las células del cuerpo. Los músculos se tensan para prevenir heridas y disminuir el dolor. Las pupilas se dilatan para ver mejor, y sudamos para eliminar el calor corporal. Se agudizan los sentidos, la mente aumenta su grado de vigilancia y pensamos más deprisa. Una vez acaba la amenaza, nuestro cuerpo vuelve a la normalidad.
La Ansiedad
Es un estado emocional de sufrimiento y angustia que replica el comportamiento y fenómenos fisiológicos ocasionados por el miedo, pero sin que aparentemente exista ningún peligro. Su causa es más difusa e inespecífica. Tanto es así que a veces ni siquiera la persona que la sufre sabe el porqué. Puede ser debido a una situación en la que el individuo sienta que están en peligro sus intereses (ruptura de una relación importante), o su imagen (hablar en público). O también que surja por una percepción errónea de la realidad en la que se exageran las amenazas o pérdidas o se ven donde no las hay.
Se ha visto también que se da como respuesta a situaciones en las que se trata de superar una adicción y cuando existen conflictos psicológicos.
La ansiedad puede aparecer súbitamente sin que esté relacionada con la situación del momento. Es posible que te sorprenda en situaciones cotidianas, como paseando por el parque, subiendo a un autobús o lavando los platos. También puede aparecer de una forma gradual a lo largo de horas, días o meses. La intensidad puede ser muy leve, apenas perceptible o bien convertirse en pánico. Su duración también puede ser muy variable: desde unos segundos, hasta hacerse permanente.
El Estrés
Es la respuesta de nuestro organismo a una situación concreta en la que es necesaria una energía física y mental superior a la habitual. Sucede principalmente cuando nuestra rutina se altera, tanto para bien (viajar, participar en un campeonato…), como para mal (acumulación brusca de tareas, pérdida del trabajo…).
Es un mecanismo beneficioso que surge en estas ocasiones para adaptarnos a la nueva situación. Aunque nos produce cierto malestar, estimula al organismo, mejora sus funciones, nos mantiene concentrados y nos hace actuar más rápido y con más energía.
Si es excesivo nos lleva al agotamiento físico y mental que desembocará en diversas enfermedades, incluida la ansiedad.
TIPOS DE ANSIEDAD
Normal
La ansiedad es también una respuesta adaptativa para conseguir la supervivencia en un ambiente que se percibe de alguna forma como peligroso a nivel físico o emocional. Por eso, es normal un cierto sentimiento de ansiedad e inquietud ante ciertas situaciones, como por ejemplo el enfrentarse a un examen. En ellas sería una reacción esperable y común a la de otras personas. Los episodios son poco frecuentes en este caso, el sufrimiento asociado tiene una intensidad leve o moderada y se da con una duración limitada. Por tanto, su grado de interferencia con la vida cotidiana es bajo.
Patológica
Es una reacción desproporcionada ante una situación, o bien que se produce en momentos inadecuados. Interfiere con los hábitos de vida de la persona de una manera significativa, ya que los episodios ocurren de forma repetitiva. El sufrimiento asociado es de alta intensidad y con una duración prolongada.
Generalizada
Es una ansiedad patológica en la que la paciente siente una angustia desproporcionada prácticamente todos los días en un espacio de tiempo igual o mayor de seis meses. Se mantiene a lo largo de los años con alguna intermitencia y se agrava cuando la paciente experimenta vivencias de mayor tensión.
En este caso aparecen de manera simultánea tres o más de los siguientes síntomas:
- Desasosiego.
- Cansancio crónico.
- Dificultad para concentrarse.
- Irritabilidad.
- Rigidez muscular.
- Problemas para dormir.
Inducida por fármacos o enfermedades
Los trastornos neurológicos, endocrinos y/o respiratorios pueden desembocar en un trastorno de ansiedad. También la pueden provocar drogas y estimulantes como el alcohol, cocaína y cafeína, así como la interrupción brusca del tratamiento con ansiolíticos.
Ataques de pánico y pánico patológico
El pánico es una ansiedad de alto grado de intensidad. Sus síntomas son confundidos a veces por el paciente como ataques cardíacos, pulmonares o cerebrales lo que le hace acudir a urgencias. Son molestos pero no peligrosos y pueden darse de manera simultánea cuatro o más de ellos:
- Dificultad respiratoria.
- Vértigos.
- Taquicardia.
- Temblores.
- Dolor en el pecho.
- Sudoración.
- Problemas gastrointestinales.
- Sensación de estar muriéndose, temor a perder la cordura o el control.
- Desrealización.
El pánico es patológico cuando ocurre de forma inesperada o sin razón aparente. Las personas que los sufren presentan además lo que se llama angustia anticipatoria, es decir, sufren antes de que ocurra el episodio y desarrollan conductas de evitación
Tratamiento Farmacológico
Cuando la ansiedad es patológica y limita la capacidad de una persona para enfrentarse a la vida diaria, se requiere la ayuda de un tratamiento farmacológico. Este será recetado por un médico especialista tras establecer un diagnóstico.
Los fármacos específicos para tratar la ansiedad se denominan ansiolíticos y tranquilizantes. Actúan sobre el sistema nervioso central, reducen la tensión física y mental y mejoran el insomnio.
Entre ellos están los que pertenecen al grupo de las benzodiacepinas, de acción larga (clordiazepóxido, diazepam, fluracepan) y corta (alprozam, lorazepam, oxazepam y triazolam). Pueden ocasionar dependencia física.
También se utilizan otros fármacos análogos a las benzodiacepinas, como la zopiclona o el zolpidem. Los fármacos antidepresivos se usan también en los trastornos graves de ansiedad.
Medicamentos sin receta
Para síntomas de ansiedad leve como el insomnio o nerviosismo, pueden utilizarse medicamentos basados en ciertas plantas medicinales como por ejemplo la pasiflora, la valeriana, la amapola, la melisa o el espino albar. Para combatir el insomnio también se suelen utilizar otros como la difenhidramina o la doxilamina, que contienen antihistamínicos. Es nuestra responsabilidad como farmacéuticos saber cuándo recomendarlos y hacer un seguimiento para ver cómo evolucionan los síntomas durante un tiempo razonable.
Si la persona no mejora es signo de que sus síntomas son debidos probablemente a una ansiedad patológica. Se hace necesario por tanto que acuda al especialista, el cual le diagnosticará con exactitud y le pondrá el tratamiento farmaceútico que considere adecuado a su circunstancia. También será su decisión el complementarla o no con terapia.
La importancia de saber desconectar y cuidarse
Con todo lo visto ya sabes que es necesario identificar de manera temprana la ansiedad y distinguirla de otras patologías. Ello hará posible un diagnóstico y un tratamiento que evitará serias complicaciones.
No quiero terminar sin ofrecerte algunos consejos que podrán ayudarte a prevenir la ansiedad o a disminuirla y que son complementarios a cualquier tratamiento farmacológico.
- Es importante tener un sueño reparador: huye de bebidas excitantes y cenas copiosas.
- Elimina la ingesta de alcohol, drogas y tabaco. Alteran el funcionamiento del sistema nervioso y la percepción de la realidad.
- Para recuperar tu energía y fortalecer el sistema inmune incorpora hábitos alimenticios saludables.
- Desconecta practicando deporte de manera moderada y con ejercicios sencillos de meditación. Así además también liberas endorfinas.
Si quieres ampliar información sobre la ansiedad y el estrés o tienes alguna sugerencia o una consulta farmacéutica de otro tipo, no dudes en ponerte en contacto conmigo. Siempre estoy de guardia.